miércoles, 19 de junio de 2013

Lecturas: El amor de Spinoza (Yael Guiladi)

       Hay un año, con su numeración maléfica, propicia para miedos y agitaciones del espíritu, que abarcó por igual, en el mismo mes, el incendio pavoroso, casi mítico, de Londres y la apostasía de Sabbatai Zvi (o Zevi, o Zewi) en Estambul. El nombre de este personaje extraño, maldito, no es tan conocido como su historia mereciera, cargada de la más alta esperanza y de la más extraordinaria decepción. Acerca del mismo, publiqué en su día dos relatos que narran, al cabo, su peripecia desde dos puntos de vista, desde dos estilos y dos épocas muy diversas. Uno de ellos, “La cautividad de Babilonia”, está disponible en este blog (buscar en la etiqueta, aquí a la izquierda, de “Relatos”.  Aquí el comienzo: “Yo, Moisés Nizberg, hijo de Nathan, hijo de Mordecai, hijo de Israel, doy fe de que el Mesías ha estado y estará con nosotros, y por ello he seguido, cantando salmos, fatigando senderos, hasta estos confines olvidados de la piedad de los hombres al ungido Sabbatai Zewi, el elegido)”.  El otro, “El Mesías secreto”, más borgiano aún ya desde el nombre, lo subiré en pocos días. Comparece aquí el desaforado personaje ya que es él el que protagoniza realmente la novela “El amor de Spinoza” de Yael Guiladi. Quien ose saber más sobre el profeta falso y su pervivencia puede recurrir a la recopilación de ensayos de Gershom Scholem “El misticismo extraviado”. Publicado por Lilmod en 2005.

El cuadro de marras (y de Jan Steen):
Acta virum probant


            En mi descargo, y aún en el de la autora, habrá que aducir que el título original de la novela, y la intención de la misma, es otro: “An honourable forgery”, lo que en el idioma nuestro viene a ser una honrada falsificación. Como la perpetrada por los editores, cuando el pobre y decrépito Spinoza es aquí una anécdota, el capricho de una moza sana y hermosa, cuyas cuitas amorosas quedan en una trama que poco interesa y que pretende mezclarse, con poca fortuna, con la de Sabbatai Zewi. El cuadro de Jan Steen de la cubierta, que la novelista israelí confiesa ser su base de inspiración, no es tan encantador como ella afirma, ni es la trama holandesa, de pintores y rivalidad y desamor y frustración, lo que interesa en esta novela histórica que se deja leer pero que, ay, no convence. Es la otra trama, en Gaza y Estambul, la que tiene un interés muy alto. Aunque sea por dar carne a lo que en Scholem es teoría y exégesis. Pero es un libro fallido, que sirve, a lo más, como umbral para quien quiera adentrarse en uno de los más extraños personajes que la vasta fe de Abraham ha ofrecido al mundo, y del que, como en su día del mismo Spinoza, reniega. Y con razón. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario